lunes, 3 de octubre de 2016

Fanfic: One million of lives, one million of stars.


Después de la tragedia.

—Gerald... 

Hoy ese era de aquellos días en las que pocas veces se le podía ver públicamente a Lina, con un sentimiento de nostalgia profundizado en su bello y desolado rostro, ahogada en sus pensamientos, sentimientos y recuerdos; un simple fragmento destrozado de su ser de los muchos que habitaban dentro de ella.

—¿Crees que la "justicia" es una justificación para mi veng--... 

Tragó nerviosamente saliva, dejando su frase incompleta. Gerald, ¿quién era él...? Aquél muchacho veinteañero, de cabellos de oro y bellamente ondulados, ojos celestes y una tez tan blanca como la de Lina y líder de la caballería real, se acercó a la jovencita a sus espaldas, posando sus manos a las laderas del respaldo donde la castaña se mantenía, melancólica, frente a su taza de té.

—Se te está enfriando.

Le recordó el joven rubio en un susurro y con una sonrisa bailarina. 

—...Ya no quiero... 

Respondió Lina.

—¿Eh? No seas caprichosa. Solo por tener un cargo extremadamente importante... eh... el más importante, quiero decir... no quiere decir que puedes desperdiciar la comida.

Insistió el ojiazul, con aspecto despreocupado como era su costumbre, aunque, en realidad, trataba de recuperar el ánimo de Lina antes de que sus amatistas se nublaran. Conocía ese rostro, esa tristeza que se había clavado en su pecho, esos sentimientos... le frustraba no ser de ayuda. El chico, colocó su barbilla sobre los cabellos acaramelados de la jovencita, sonriendo, solo para ella.

—No... no es eso... quiero terminar con todo esto... sin seguir lamentándome más... 
Mencionó con un tono de amargura la joven reina. El tipo de lágrimas saladas, dolorosas... de esas que reflejaban su pérdida y su desahogo.

— ...pero... es tan difícil... 

Finalmente a la muchachita se le quebró la voz y aquellas gotas criminales que no le permitían descansar, hicieron su aparición, rodando lentamente sobre sus mejillas. A decir verdad, era una escena bastante bonita, quizá por la delicadeza de las facciones de Lina y claro, sería una escena perfecta de no ser por el mal rato. 

Se encontraban en el balcón principal del palacio; el mármol inundaba todo, un sillón para el aire libre, la mesa elegante de cristal y decoraciones de platino donde las personas que habitaban el palacio tomaban el té y, a la lejanía, cualquiera podía maravillarse con los tremendos jardines de hectáreas y hectáreas, caballos de melenas brillosas, la abundancia de árboles, las fuentes que daban la bienvenida en el umbral principal. 

No obstante, toda aquella lujosa vida y bien acomodada, no era suficiente para ella. Jamás lo sería, estaba condenada a vivir el infierno de belleza inmortal al que la mayoría temen; sus propias llamas la quemaban por dentro. 

Incluso, ya se decía el rumor en otras galaxias, por reinos, nobles, sus ciudadanos e incluso ermitaños, que, en el noroeste del universo, donde las más alucinantes y fantásticas nebulosas se formaban, pasando la estrella más grande que iba al compás gravitacional de la zona, se encontraba un sistema, el cual, parecía que los millones de dioses habían sonreído para brindarle fuerza, poder y fructuoso. Un planeta llamado Drunai, donde habitaba una joven, hermosa y gentil reina, la llenaba una soledad implacable. Decían, también los rumores, que después de la muerte del rey de dicho planeta, la reina de ojos amatistas había renunciado al trono, dejando este libre para la línea real posterior de la actual, es decir, el siguiente sucesor, el tercer príncipe de la familia. En realidad, nadie podía confirmarlo con seguridad, por lo menos, los planetas más lejanos a Drunai. 

El contrario no agregó más palabras, no tenía ni la más mínima idea de cómo aliviar la penumbra del que se estaba convirtiendo con una tenebrosa lentitud, un frívolo corazón... un corazón perteneciente a su prima. 

A él, le calaba ver como su propio rostro iba creciendo, transformándose al paso de los años y ella, parecía estar atrapada en el flujo del tiempo, ¿quién estaría para su bella y solitaria reina y familiar cuando él muriese? La pregunta lo deprimía y lo sumergía en ira.

—Vamos, anímate, Lina~ ...tu maquillaje se arruinará y todavía tienes que asistir a una reunión con la primera ministra del sistema vecino.

Gerald pausó unos instantes, arrepintiéndose de sus palabras al instante. Sin apresurarse, continúo al mismo tiempo que rodeaba a Lina con sus brazos, aún por encima del respaldo.

 Discúlpame. Me precipité.

El mayor acercó su rostro al de su prima, quedándose a un lado, junto a su pómulo. 

—...Llora lo que tengas que llorar, ¿de acuerdo?. Permite salir todo ese dolor, porque si no lo haces, a la única que le afectará negativamente, es a ti y tu corazón lo debilitarás. Nadie dijo que es fácil... perder a alguien, mucho menos si se trata de tu alma gemela... así que... no te retengas. Si me necesitas, aquí estoy, ¿mmh~? Y no solo yo, también está Sheiyn y el pequeño y travieso Ryuma. 

Animó el chico, pasándole, como el caballero que se había convertido bajo la tutela de su madre, la tía de Lina, un pañuelo.

—...Te lo agradezco... sin embargo, ya lo sabes... ya no soy la reina, Gerald...

La muchachita aceptó su atención, permitiéndose a sí misma dejarse llevar por una mínima pero auténtica sonrisa. Las palabras de Gerald eran reconfortantes y de cierta manera, la aliviaban. Era suficiente. Limpió, de poco a poco, y con suaves toques sus mejillas y el contorno de sus perfilados ojos; ante todo la elegancia, por supuesto. 

—¿Huuh~? ¿Qué dices? Pero si eso solo son palabras llevadas por el viento. Sigues teniendo mucha influencia y la corona. Qué pensamientos tan irresponsables, Lina...~~

Lina levantó ligeramente la cabeza, dandole una mirada recelosa al rubio.

—Mooh... pareces mi papá...

Repeló la muchachita, lo que hizo que Gerald abriera de más los ojos y soltará una risilla.

—¿Uh? No era mi intención~~ quiero decir... la familia real te aprecia muchísimo y es extraño que depositen su plena confianza en alguien. Sobre todo a la que fue la reina antes de Yale y Silver.

El ojiazul hablaba de la madre de los gemelos de cabellos platinados, quien aún vivía. "Nadie se merece ver como mueren sus hijos", pensó la castaña en ese momento. Seguramente, aquella mujer la estaba pasando igual de mal que ella.

—Igual los ciudadanos siempre han visto una figura de líder y protectora en ti. No digas esas cosas otra vez, como si fueras dispensable en cualquier momento.


Ella, no podía contradecirle, tenía razón, aunque... quizá, aún tardaría en superar su perdida. Era afortunada de estar rodeada por gente amable, siempre preocupándose por ella y procurándola aún si no era La Reina de Drunai. Los atesoraría y cuidaría hasta que el tiempo se lo permitiera.

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