Llora, pero
nunca te rindas.
☙
Turbio.
Todo era turbio. Su mundo ideal se había convertido en uno turbio y
desorientado. ¿Vacío? Estaba en proceso. No deseaba perder la cordura, pero...
¿por qué sus manos estaban llenas con el elixir del pecado? ¿por qué sentía
que, una vez más, ella había tenido algo que ver? Y sobre todo, ¿qué había
pasado los últimos minutos?. Arrodillada, vestida
en un glorioso vestido rosa pálido hecho a la medida con pedrería, los olanes y
las capas de tela superiores y brillosas, estaban manchadas y opacadas por el
crimen cometido en presencia de las dos lunas vigilantes. La prenda había sido
diseñada para esa espléndida noche de fiesta entre nobles, empresarios,
embajadores de otros planetas y como grandes anfitriones, La Realeza de Drunai.
El
punto era establecer relaciones, fortalecerlas, divertirse en grande, jugar al
diplomático y al bárbaro. Un evento a escala interestelar. Era mágico,
banquetes espectacular, un orden intocable, una orquesta sinfónica inigualable,
los adornos cumplían su rol, embelleciendo cada ápice del enorme salón de
baile. Los colores de las hermosas ropas que cada invitado usaba, bailaban a
través de la pista, a la melodía de los instrumentos, los cuales emitían puro
placer para los oídos.
¿Cómo
es que todo había dado un giro de 360 grados?. Temblaba, sus guantes largos,
decorados con extravagantes anillos, siendo el protagonista nada más y menos
que el de bodas, ya no parecían ser igual de blancos, como al principio de la
fiesta. ¿Y la luz? ¿Quién había apagado y roto las luces de las arañas con
gotas de cristal? Solo las superficiales, como las velas y las lucecillas que
yacían en las mesas, eran las encargadas de iluminar la escena. Un zumbido
agudo y sordo retumbaba en sus tímpanos y, a la lejanía, los gritos de horror
de las personas, quienes corrían como liebres, buscando su escapatoria. De
nuevo se preguntó, "¿qué ha pasado aquí?", al compás de su agitada
respiración y su taquicardia que parecía esforzarse por competir.
Un
guardia real, irrumpiendo y empujándola fuera de su shock con suma brusquedad,
la tomó del brazo, levantándola y pidiendo disculpas mientras la dirigía a un
lugar seguro. Mareada y obligada, hizo lo que pudo, casi a tropezones cuando...
—
...¡¡NOOOOOOOOO!!
Un
grito desgarrador, inhumano, sobrenatural, proveniente casi de la misma
desesperación personificada, salió de la garganta de la joven reina. Comenzó a
jalonear y forcejear con el guardia, hasta que, en un movimiento soso, torpe
pero efectivo, cayó al suelo e inmediatamente, con las lágrimas de dolor
bañando a borbotones sus delicadas facciones, se acercó a la visión trágica que
se postraba ante sus amatistas.
Sentía
morir por dentro, todas sus entrañas daban vueltas. Nauseas, angustia, tristeza
infinita, seguido de una impotencia al nivel de la estratosfera, enojo infernal
y una pizca del odio más profundo y venenoso, como aguja incrustada
directamente en su corazón, fueron el cóctel perfecto para su perdición sin
fin. Abrazó con todo su ser, fuerzas y entrega el cuerpo ensangrentado de
quién, alguna vez fue la su tesoro, su vida y su genuino amor.
—¿Yale...?
...M-mi amor, despierta.
Como
si fuese a interrumpir el descanso del albino de una larga siesta de mediodía o
una fresca mañana, como solía hacerlo, le llamó. Al no notar reacción alguna,
la desesperación venció.
—¡Yale!
Vociferó.
La paciencia de la castaña se consumía a una velocidad atroz.
—
¡YALE, POR FAVOR, DESPIERTA!
Las
lágrimas saladas no avisaban con parar, ni ahora y probablemente, ni dentro de
un largo tiempo.
—¡¡ABRE
TUS OJOS, TE LO PIDO!!
Se
aferraba dulce, posesiva, ferviente y esperanzadamente, como una loca al cuerpo
sin vida. Pese a las condiciones en las que se encontraba el cadáver, ella aún
se negaba a pensar lo innombrable. ¿Muerto? ¿Cómo iba a estar muerto el hombre
más prestigioso, querido y respetado tanto por su familia como por los
ciudadanos?. Dos guardias hicieron, o más bien, intentaron darse a la tarea de
tomar a Lina por los brazos para ponerla de pie gentimente, de nuevo. Grave
error.
—¡¡¡Suéltenme,
insolentes!!!
La
reciente reina había hablado. Obedientes, con una palpable amargura tatuada en
el rostro, quedándose como perros fieles junto a su ama, bajaron la cabeza; la
peor perdida impensable se había llevado a cabo. Sollozando ahogadamente y sin
importarle en la deplorable condición de su imagen, se mantuvo junto a su
fallecido y amado esposo. Su cabello era un desastre, sus ropas igual, su
maquillaje no se quedaba atrás, y su entorno parecía haber sido arrasado por un
torbellino.
Los
guardias restantes, los de la sección especial, las fuerzas policíacas,
militares terrestres, navales, aéreas y espaciales salieron como fieras
hambrientas a la búsqueda del asqueroso asesino. La metrópolis se había vuelto
un caos. Juraba, por todos los dioses de su raza, los anteriores reyes en el
trono y sobretodo, por sí misma que encontraría al maldito que le había
arrebatado el último aliento a su preciado Yale.
La
ira la carcomía con un efecto más poderoso del esperado; nada, absolutamente
nada se le comparaba. Esta venganza sería diferente, no como la anterior con
Silver. Ella podían hacerle lo que quisiesen, pero... si se metían con las
personas que más amaba, se transformaba en una bestia cruel y sanguinaria. Sin
piedad y sin distracciones. La metamorfosis de sus amatistas con un azul rey,
en forma de cruz, solo significaba una cosa; una guerra implacable se
aproximaba con la rapidez de billones caballos de fuerza. En todos los rincones
del universo buscaría y, si alguien le obstaculizaba el camino, no sería
pisoteado ni castigado, se encargaría de destruir cada partícula de la materia
que formaba su ser. Así sería.
Definitivamente.
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