lunes, 3 de octubre de 2016

Fanfic: One million of lives, one million of stars.

Permíteme atesorarte.


۰●○ F L A S H B A C K ○●۰


—Hey... no, no lo hagas... ¡detente!

En este punto, ya se sentía acorralada. Mantenía las manos en puños, sobre su propio pecho y con la cabeza baja, como si tratara de protegerse de lo inevitable. Antes de que él pudiera tocarla, dio un brusco paso hacia atrás y levantó la vista, para clavarla en la contraria.

—¡No me toques! 

Sus rasgos definían cierta desesperación, tristeza... las lagrimas ya habían hecho su largo y delgado camino sobre sus pómulos hasta su barbilla y aún así, seguían recalcándolo. Él se mantenía paciente y pese a que Lina seguía queriéndolo evitar, se mantenía firme. Era obstinado. No la dejaría irse, no otra vez, la había perdido durante muchos años, desde su infancia, y no cometería el mismo error de perderla de vista. Tampoco le importaba que hubiese asesinado a su hermano gemelo, lamentablemente el poder le había ganado y desde entonces, hacer las cosas por egoísmo y placer se había vuelto su dulce costumbre. Insistente, él levantó una mano hacia los cabellos de la castaña, otorgándole una suave caricia con sus nudillos hasta llegar a una de sus húmedas mejillas. La de orbes lilas podría haber dado un manotazo de no haber sido porque él ya lo había previsto, bloqueándola y en el instante, robándole la oportunidad de separarse o emitir una queja, prohibiéndole el habla con una simple muestra de cariño; un beso.

—¡...Mmh! 

Tampoco ella se quedó atrás, era igual de obstinada y por dicha razón, mordió el labio inferior del contrario para que se separase. 

—¡...! . . .

Y en efecto, logró que se pusiera distancia, aunque fuese mínima.

—...¿Por qué tienes que ser tan ruda conmigo, Lina?

La voz de Yale sonaba tan calmada... tranquila... y su labio sangraba...

—Dime con honestidad, ¿no sientes lo mismo que yo?

Maldición, ¿por qué le tenía que preguntar eso sin dejar de ser tan claridoso?. Lina evadió su mirada, guardando silencio. 

—Sabes que estoy loco por ti y aún así, tú sigues...

Él dio una exhalación llena de frustración, ¿cómo alcanzarla? era más fácil llegar al otro lado del universo con tormentas de meteoritos y magnéticas, que a esa hermosa mujer que tenía enfrente. 

—Oe... lo repetiré por segunda vez. Lo dejaré muy en claro.

Para lo siguiente que tenía que decir el muchacho, obligó a Lina a mirarle de nuevo, tomándola de la barbilla con gentileza y manteniéndola ahí, sin vacilar. 

—Te amo, Lina.

Dos palabras, la segunda vez que lo había escuchado de la boca del mismo hombre. Era un Déjà vu. Una ola de sentimientos la azotó de pies a cabeza. Tenía miedo, ¿cómo lo podía decir con un rostro tan serio y mirándola directo a los ojos sin titubear? su boca se secó y cada vez se le hacía más difícil detener las gotas saldas que brotaban de sus lagrimales. Eso no podía ser.

—Nee... 

Lina normalmente, trataba de ser transparente, sin embargo, en esta ocasión decidió ocultar sus emociones; una sonrisa, cruel y desobediente se plasmó en su bello, pero cansado rostro.

—¿Te parece divertido jugar a tratar de ser el amante perfecto? 

Toscamente, alejó la mano la jovencita del chico.

—Te he dicho que no me toques. Es de mala educación decir algo así sin sentirlo, ¿por qué no vas con una cualquiera que caiga a la primera, huh? 

Ya tenía suficiente de tantas tonterías por un día 

—Ustedes, los hombres, son unos completos idiotas. 

A cada palabra, el rostro del contrario se fue ensombreciendo. Herido y dolido, antes de que Lina pudiera dejarlo con el corazón en la mano, volvió a detenerla, tomándola de la muñeca y aprisionándola en sus brazos.

—...Oe, ¿te parece divertido jugar con los sentimientos sinceros de alguien más?

El albino murmuró roncamente sobre el oído de la contraria. Ella, siendo tomada por sorpresa, entreabrió sus ojos de más; ¡no! ¡no era así! ¡sólo quería salir ilesa, pero él... todavía seguía diciendo todas esas cosas...! Sentía que, si no huía pronto, todo estaría en ruinas. 

—Eres la batalla más difícil que he tenido en toda mi vida, he conquistado y ganado en otros terrenos, mundos y galaxias, pero tú, pareces una fortaleza inquebrantable. ¿Cómo podría mentirle a la única mujer que me provoca querer dormir a su lado y no quererme acostar con ella solo por tener una cama cerca? Tu sola presencia me da consuelo, felicidad, armonía... tus palabras están inscritas en mi memoria, te aprecio como amiga, estimo tu inteligencia y carácter y por ello, estoy dispuesto a ayudarte en todo lo que necesites. Lina, te lo pido y te lo ruego, quédate. Permíteme atesorarte.

No hubo ni un solo ruido durante un largo periodo de tiempo. Todo el pandemónium de antes, se había esfumado. Las fuerzas de la chica desaparecieron y su energía e ímpetu por correr, se drenaron. Sus brazos estaban caídos como peso muerto, incluso ya no existía rastro de querer poner resistencia; sin necesidad de decir una palabra, ya estaba consintiendo las acciones del chico. Lo sabía, sabía que todo lo decía en serio... el problema era que quería malinterpretar las cosas, engañarse a sí misma y ahora... ahora le parecía tan complicado que ya no lo lograba. Juntó el valor necesario para responder y por fin romper con esa cadena de mudez.

—Juro que... te mataré... si te atreves a traicionarme o a decepcionarme. 

Se dio un breve espacio para relajarse y volver a recuperar el aliento. Ella tampoco bromeaba.

—Discúlpame por haber dicho algo tan innecesario y cruel... 

Agregó Lina, buscando los orbes del albino, mientras que, por primera vez, correspondía a sus acciones. De alguna manera, era como si la culpabilidad la picoteara. Estaba avergonzada, y sí, se lo compensaría. Tenía toda una eternidad para hacerlo, ¿no es así?.

Él no se lo podía creer, realmente, por un momento pensó que ella se desvanecería y lo abandonaría, y de un segundo a otro todo había cambiado tan drásticamente; desbordaba felicidad, por lo que apretó y acercó lo más que pudo el cuerpo de Lina al de él. 

—Larga vida al rey, entonces, my lady... 

Dijo Yale, en una amplia sonrisa aniñada que dejaba ver toda la hilera de sus perlados dientes. Se había prometido mucho antes de ese momento que jamás la defraudaría. Le era impensable. ¿Cómo lastimar a lo que consideraba lo más preciado que, incluso, a su vida misma? Nunca la dejaría ir, por ninguna razón que el universo le presentase. La amaba demasiado y su corazón quemaba, dolía, pero era un dolor lleno de placer y vida.  




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